Erase una vez un pueblo llamado, Molín y tenía muy poquitos habitantes.
Los habitantes de este pueblo eran personas muy serias, no les gustaba divertirse ni tampoco hacer bromas.
La gente de Molón era amable y se llevaba bien con los demás pueblos vecinos.
Pero los habitantes de Molín eran ariscos y desconfiados, no querían saber nada los demás pueblos.
En Molín había un matrimonio que tuvo una hija y la llamaron Unicornia, la pobre niña sufrió mucho con ese nombre, ya que se pensaba que sus padres le habían puesto nombre de caballo.
La pobre Unicornia era diferente al resto del pueblo, a ella le gustaba reírse, cantar y divertirse, cosa que en aquel lugar estaba mal visto.
Pasaron unos años y la niñita se hizo mayor, y decidió marcharse del pueblo.
Pensó: me iré a vivir a Molón al pueblo vecino a ver si allí sus habitantes me hacen la vida más feliz, y carretera y manta se fue al pueblo vecino.
Los lugareños la acogieron con mucho cariño, y ella en seguida se sintió muy a gusto.
Había un mozuelo que la miraba mucho y empezó a rondarla, un día se acerco y le pregunto cómo se llamaba, ella se puso roja de vergüenza y muy triste también, le dijo que sus padres le habían puesto nombre de caballo y le dijo su nombre, me llamo Unicornia y no me gusta mi nombre.
El zagal le respondió no sufras por llamarte así, mañana te llevare al bosque y veras que tu nombre no tiene por qué avergonzarte, por qué el Unicornio es un animal muy bello y mágico cuando lo conozcas estarás encantada de llamarte como él.
A la mañana siguiente, Unicornia y el zagal, se pusieron en marcha y se fueron hacia el bosque y cuando se adentraron en el, apareció el Unicornio.
Era verdad jamás había visto un animal tan bello, tan majestuoso, y tan mágico como aquel Unicornio.
Y desde aquel día estuvo muy orgullosa de llamarse Unicornia
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