En un lejano país llamado Dulcilandia, vivían unas Ninfas que se dedicaban a hacer dulces.Todas tenían una misión que cumplir. Estaban las que cultivaban las cañas de azúcar, otras cultivaban las calabazas para hacer el cabello de ángel, también estaban las recolectoras de la miel y las que sembraban el trigo y el maíz para convertirlos en harina y otras se encargaban del chocolate.
Tenían un hermoso prado, donde pastaban las tranquilas vacas que les proporcionaban leche para hacer una rica nata y una deliciosa mantequilla. Sin olvidarnos de las gallinas que ponían unos fresquísimos huevos.
Dicho todo esto os tengo que presentar a los protagonistas que son: El señor Roscón, las delicadas Lionesas, los gorditos Buñuelos, el robusto y simpático brazo de Gitano y las trillizas Tartas que siendo parecidas tenían sabores diferentes. Una era de nata, otra de crema y la más morena de chocolate.
Después estaban los dulces mas religiosos: Cómo los Tocinitos de Cielo, los suspiros de Monja, la tarta de Santiago y la coca de San Juan.
Cada Ninfa tenía un don, por eso cada una tenía su misión. Se especializaron en hacer pasteles para que a ningún niño del mundo le faltara un dulce.
Pero en Dulcilandia tuvieron un año que llovió muy poquito y la caña de azúcar y todo lo que las Ninfas habían sembrado se seco y tuvieron que dejar de hacer pasteles.
Los pobres niños ya no podrían comer más dulces.
Las Ninfas se dieron cuenta que los niños dejaron de ir al dentista, que poquito a poco se les quitaba las caries y que cada vez tenían los dientes más sanos blancos y bonitos.
Pensaron esto es una señal, que nos manda la Diosa de las Ninfas.
A sí que tomaron una decisión. Que si volvía a llover no volverían a sembrar lo mismo. Tendrían más variación, sembrarían verduras, cereales y muchos árboles frutales.
A sí se acaba este cuento con mucha lluvia y mucho sueño. (Buenas noches)
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