Hace muchos años conocí a una familia que era muy pobre tan pobre que apenas tenían para poder comer.
Era una familia numerosa tenían cinco hijos.
El padre estaba enfermo y apenas podía trabajar, la madre cuidaba de los niños y hacia las tareas de la casa y cuando podía trabajaba de noche cosiendo cortinas.
El señor Pepe que así se llamaba el padre hacia lo que podía para sacar a su familia adelante, compraba cajas de sardinas y las vendía por las casas a veces también vendía fruta y tomates, los vecinos como ya lo conocían le compraban y así se podía ganar algún dinerillo para llevar a su casa.
El señor Pepe hacia lo que podía pero no era suficiente y pasaban muchas necesidades.
El mayor de sus hijos que se llamaba Pepito cumplió catorce años y se puso a trabajar para ayudar a su familia.
Un día mientras trabajaba paro un momento para desayunar y el pobre noto que el bocadillo no tenía sabor a nada y es que sus hermanos pequeños se levantaron por la noche y se comieron el salchichón que su madre le había puesto en el bocadillo con tanto esfuerzo.
Normalmente ellos solo comían pan, pan con aceite.
A Pepito su madre le ponía un poco de embutido o queso en el pan porque como trabajaba tenía que estar más fuerte.
Los hermanos lo repitieron más veces, esperaban que todos estuvieran dormidos y se levantaban para comerse lo que su madre le ponía a su hermano dentro del bocadillo y después lo envolvían con mucho cuidado para que no se notara.
Pepito nunca los regaño ni nunca se lo dijo a su madre.
Solo le decía a su madre que se acordara de ponerle junto con el embutido un poquito de aceite en el pan.
Porque pensaba que cuando sus hermanos se comieran lo de dentro, el no comería pan solo sino con un poquito de aceite.
Pepito dejo de ser un niño y se hizo mayor, aprendió un oficio y se fue a trabajar al extranjero y hoy en día dirige su propio negocio.