Siempre lo cruce corriendo y con temor.
Al final del callejón habían unas escaleras y al fondo estaban las casas.
Casas pequeñas, pasillos largos y estrechos creo recordar que vivíamos unos veinte vecinos.
Algunas casas tenían un poco de jardín, otras tenían patio y la mayoría en la puerta tenían un gran escalón, las ventanas eran muy bajas podías ver a la gente en el comedor o en la cocina perfectamente.
En mitad de estos pasadizos había un solar, que nosotros lo llamábamos el huerto, allí jugábamos todos los niños.
Las vecinas habían hecho unos tendederos y tendían sus ropas al sol para que se secaran.
Era divertido cuando tendían las sabanas, aprovechábamos para jugar al escondite, pobres sabanas, las vecinas nos reñían pero nosotros solo pensábamos en jugar.
También había una valla que separaba el solar con una torre que quedaba por debajo del solar donde nosotros jugábamos, la torre tenía un jardín muy bonito y también había una gran higuera a la que nosotros le sacábamos un gran provecho.
Para poder coger los higos buscábamos una caña larga la habríamos por un extremo y colocábamos una piedra, la caña quedaba abierta y con mucho cuidado metíamos el higo dentro le dábamos la vuelta a la caña y listo el higo ya era nuestro.
Éramos inquietos, no teníamos paciencia y nos comíamos los higos verdes.
Tengo que decir que la dueña de la torre era una señora mayor que solo venia los fines de semana y teníamos su permiso, solo nos decía que tuviéramos cuidado de no hacernos daño.
Aquello no era un vecindario normal, parecía un patio de vecinos, las mujeres sacaban las sillas al portal y se sentaban a la fresca, unas hacían ganchillo otras tejían suetes tejían y tejían.
Fui muy feliz en el Pasaje Bellavista numero 9.
A pesar de tener que pasar cada día por aquel oscuro callejón,
A veces corría tanto que bajaba las escaleras de tres en tres, después de tantos años todavía tengo las marcas y cicatrices de tantas y tantas veces que me caí pero a pesar de todo me gusto vivir allí.
No fui una niña pacifica siempre andaba metida en líos.
Teníamos enemigos, los niños que Vivian en la calle de arriba.
Yo era un trasto siempre me protegían mis vecinos unos hermanos que Vivian puerta con puerta con migo.
Jugábamos a policías y ladrones, al pañuelo, con galdufas, a la peste alta, a pillar a la comba (siempre estábamos jugando)
También recuerdo a un señor uniformado con gorra y vestido de gris se ponía en una esquina sacaba un silbato y se ponía a pitar
Las vecinas salían al portal y entonces el hombre decía…
El carteroooo ha llegado el carteroooo. Y se ponía a gritar el nombre de alguna vecina o vecino todos estábamos atentos por si decía nuestro nombre y al recoger la carta siempre se le daba una pequeña propina.
Y para que esta historia no os sea muy pesada la doy por terminada.